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lunes, 1 de septiembre de 2025

ARQUITECTURA VIVA: LOS BARRIOS DEL FUTURO


Bosco Verticale de Milán

En las primeras décadas del siglo XX, la visión de Carlos Della Paolera y Werner Hegemann para Mar del Plata no era la de una metrópolis caótica, sino la de una ciudad jardín. Su propuesta buscaba fusionar lo mejor del campo con las comodidades urbanas, creando un tejido urbano planificado y en armonía con el entorno natural. Imaginaron un crecimiento ordenado con amplias calles arboladas, espacios verdes y residencias que se integraran al paisaje, elevando la calidad de vida de sus habitantes y marcando un hito en el urbanismo moderno de la ciudad.

Werner Hegemann y Carlos Maria Della Paolera fueron los primeros urbanistas en llegar a Mar del Plata y hablar de una ciudad jardín

En un futuro no tan lejano, la ciudad dejará de ser un territorio donde lo natural se aparta para dar paso a lo construido. En este barrio imaginado, la cuadrícula tradicional sigue ahí —ocho manzanas que dibujan el mismo damero que conocemos—, pero lo que ocurre dentro de ellas rompe con todo lo que entendemos por urbanismo convencional. Las viviendas ya no son cubos aislados: emergen como formas orgánicas, suaves y cambiantes, que parecen haber crecido junto con los árboles y no en su lugar.

Aquí, la naturaleza no es un accesorio: es estructura, piel y corazón del barrio. Las fachadas respiran cubiertas de vegetación; las raíces, integradas a las bases de los edificios, estabilizan el suelo y nutren el ecosistema; los techos, convertidos en microhábitats, filtran agua, regulan el clima y ofrecen refugio a la fauna. Desde el subsuelo, redes miceliales conectan todas las construcciones, intercambiando nutrientes e información ambiental, como si el barrio tuviera un sistema nervioso propio.

 

Bosco Verticale de Milán

Vivienda urbana para una "ciudad jardín"

El cambio es visible en cada estación. En primavera, las paredes florecen; en verano, el follaje ofrece sombra y frescura; en otoño, los colores recorren balcones y terrazas; en invierno, las estructuras dejan ver su armazón vivo, preparado para la renovación. La arquitectura se adapta como un organismo: se expande, se contrae, se reorganiza según las necesidades del clima y de la comunidad que la habita.

Caminar por sus calles es recorrer un ecosistema más que un barrio. Los senderos son permeables y permiten que el agua de lluvia se filtre, alimentando a las plantas y reduciendo el riesgo de inundaciones. Los residuos orgánicos se compostan de forma colectiva y vuelven al ciclo natural. La producción de alimentos se da en huertos comunitarios y terrazas cultivadas, mientras la energía proviene de sistemas que generan más de lo que consumen.

Casas cultivadas del grupo Terreform ONE
Casas cultivadas del grupo Terreform ONE

No es una utopía estática: es un modelo que evoluciona. Inspirado en referentes como el Bosco Verticale de Milán, las casas cultivadas del grupo Terreform ONE o las investigaciones en materiales vivos como el micelio y el bioconcreto, este barrio se concibe como un laboratorio urbano. Un espacio donde los humanos no son inquilinos de un conjunto de muros, sino cohabitantes de un organismo mayor.

Javier Senosiain es un arquitecto mexicano exponente de la denominada Arquitectura Orgánica. Egresado de la Facultad de Arquitectura de la UNAM. Desarrolla una arquitectura acorde al entorno donde se establece. Aquí podemos ver la construcción de una casa orgánica.

Javier Senosiain es un arquitecto mexicano exponente de la denominada Arquitectura Orgánica. Egresado de la Facultad de Arquitectura de la UNAM. Desarrolla una arquitectura acorde al entorno donde se establece. Aqui podemos ver la construcción de una casa orgánica.

Vista en planta de de la denominada Arquitectura Orgánica

Vista en corte o de de la denominada Arquitectura Orgánica
Vista del entorno de la denominada Arquitectura Orgánica
Vista del entorno de la denominada Arquitectura Orgánica

Vista del exterior de la denominada Arquitectura Orgánica
 
Vista del exterior de la denominada Arquitectura Orgánica

Vista del interior de la denominada Arquitectura Orgánica

El desafío no es solo técnico, sino cultural. Habitar un lugar así implica aceptar que el entorno cambia, que la belleza surge de la variación estacional y de la imperfección orgánica. Requiere aprender a convivir con estructuras que crecen y se reparan solas, y entender que nuestra vida cotidiana influye directamente en la salud del ecosistema que nos sostiene. La pregunta que plantea este modelo no es ¿podemos construirlo en Mar del Plata?, porque la respuesta ya es sí. La verdadera cuestión es si estamos listos para vivir en un mundo donde nuestras casas respiren, crezcan y sueñen junto a nosotros.

BARRIOS ARMÓNICOS: LA FUSIÓN ORGÁNICA ENTRE NATURALEZA Y HABITACIÓN

Hacia una Nueva Simbiosis Urbana

La crisis climática y la creciente desconexión entre los seres humanos y la naturaleza nos desafían a repensar fundamentalmente cómo diseñamos y habitamos nuestros entornos construidos. Frente a este panorama, emerge una visión revolucionaria: los barrios armónicos, espacios urbanos donde la naturaleza y la arquitectura no coexisten, sino que se funden en una relación simbiótica genuina. 

El Living Building Challenge (LBC) es un estándar de certificación internacional para edificios sostenibles y regenerativos, promovido por el International Living Future Institute. El LBC busca que los edificios sean autosuficientes, generen un impacto positivo en el medio ambiente y la comunidad, y promueve una visión holística de la sostenibilidad que va más allá de minimizar el impacto negativo, buscando la regeneración.

Área urbana donde se ha logrado un equilibrio y una integración visual, funcional y social

Los siete conceptos del estándar de construcción Living Building Challenge (LBC) se resumen a continuación, utilizando la metáfora de una flor para representar sus áreas clave:

  1. Lugar: Se centra en que el edificio se integre de forma sostenible en su entorno. Esto implica elegir una ubicación que fomente el transporte ecológico y fortalezca la conexión con la comunidad local.
  2. Agua: Requiere que el edificio funcione como un sistema hídrico autosuficiente. Esto se logra recolectando y tratando el agua de lluvia y las aguas residuales, y minimizando el consumo de agua.
  3. Energía: El objetivo es que el edificio sea energéticamente positivo, lo que significa que debe generar más energía limpia y renovable de la que consume.
  4. Salud y Felicidad: Prioriza el bienestar de las personas que habitan o utilizan el espacio. Se enfoca en la calidad del aire interior, la abundante luz natural y la conexión con la naturaleza.
  5. Materiales: Se trata de usar materiales que sean seguros, duraderos y respetuosos con el medio ambiente. Se evitan los materiales tóxicos y se promueve el uso de productos locales y reciclados.
  6. Equidad: Garantiza que el edificio sea accesible y beneficie a todos, promoviendo la justicia social y la inclusión en su diseño y uso.
  7. Belleza: Reconoce que el diseño y la estética son cruciales para la experiencia humana, buscando crear un entorno construido inspirador y hermoso.

Un "barrio armónico" se refiere a un área urbana donde se ha logrado un equilibrio y una integración visual, funcional y social. Se busca que las construcciones, espacios públicos, actividades y personas convivan de manera armoniosa, creando un ambiente agradable y cohesionado. Esta propuesta trasciende el simple concepto de "edificios verdes" para imaginar comunidades donde las estructuras habitacionales crecen, respiran y evolucionan junto con los ecosistemas naturales, creando un nuevo paradigma de vida urbana que desafía la tradicional separación entre lo construido y lo natural.

Diseño biofílico en arquitectura hospitalaria.

Magdi Yacoub Global Heart Center en Cairo. Este proyecto en construcción de Foster + Partners en Egipto, dará prioridad a conectar a los pacientes con la naturaleza para mejorar su bienestar. El hospital de 300 camas tendrá un tejado en forma de concha y estará ubicado dentro de un “paisaje exuberante y verde” que ofrecerá vistas de un lago.

El diseño biofílico es un enfoque arquitectónico y de diseño de interiores que busca integrar la naturaleza en los espacios construidos para mejorar la salud y el bienestar de las personas. Se basa en la idea de que los humanos tienen una conexión innata con la naturaleza y que la incorporación de elementos naturales en los entornos construidos puede tener efectos positivos en la salud física y mental. Este concepto engloba la aplicación de principios de diseño que buscan establecer una conexión con la naturaleza en los espacios construidos, ya sea a través de la incorporación directa de elementos naturales o de la imitación de patrones y formas naturales.

Arquitectura biofilica

Para crear ambientes y entornos biofílicos, es importante tener en cuenta algunos consejos prácticos:

  • Priorizar la entrada de luz natural en los espacios interiores mediante la ubicación estratégica de ventanas y aberturas.
  • Incorporar vegetación en el diseño arquitectónico, tanto en el interior como en el exterior de los edificios.
  • Utilizar materiales de construcción sostenibles y naturales siempre que sea posible, minimizando el uso de productos químicos y materiales sintéticos.
  • Diseñar espacios al aire libre, como patios y terrazas, que inviten a la interacción con la naturaleza y proporcionen vistas panorámicas del entorno circundante.
  • Fomentar la conexión con el entorno natural mediante la creación de senderos peatonales, áreas de recreación al aire libre y espacios comunitarios verdes.

De la Biomímesis a la Arquitectura Simbiótica

La biomímesis, también llamada biomimética o biomimetismo, es una disciplina que busca soluciones a problemas humanos inspirándose en la naturaleza. Se trata de observar, entender y luego replicar las formas, procesos y sistemas de la naturaleza para crear diseños y tecnologías más sostenibles y eficientes. En esencia, la biomímesis es imitar la vida para resolver desafíos de manera innovadora y regenerativa. 

La nueva sede de la empresa Soprema en Estrasburgo, Francia, los arquitectos de Vincent Callebaut Architectures han proyectado una utopía ecológica de 8.225 metros cuadrados. El edificio, llamado Semaphore, se describe en el programa como una "oficina flexible y verde para compañeros de trabajo nómades" y está enfocado en la agricultura urbana y el bienestar de los empleado.

La arquitectura biomimética utiliza la naturaleza como modelo, medida y mentor para proporcionar soluciones arquitectónicas en todas las escalas, inspirándose en organismos naturales que han resuelto problemas similares en la naturaleza. Sin embargo, esta aproximación, aunque valiosa, todavía mantiene una relación de "extracción" donde tomamos ideas de la naturaleza para aplicarlas en nuestros diseños. En la arquitectura biomimética, los edificios se enfocan en aprender de la naturaleza en lugar de solo extraer elementos de ella, representando un paso evolutivo importante pero no definitivo hacia la verdadera integración.

Arquitectura Simbiótica

La arquitectura simbiótica es un enfoque de diseño que busca crear relaciones mutuamente beneficiosas entre edificios y su entorno, similar a las asociaciones simbióticas en la naturaleza. Implica la integración de elementos naturales y artificiales, donde el diseño busca la coexistencia armoniosa y la colaboración entre el edificio, las personas y el entorno natural. Esto puede manifestarse en el uso de vegetación en fachadas, diseños que aprovechan la luz solar y la ventilación natural, o la creación de espacios que fomentan la conexión con la naturaleza. 

Esta arquitectura representa el siguiente estadio evolutivo. La arquitectura simbiótica busca crear una relación más holística e integrada entre los seres humanos, el entorno construido y el mundo natural. Esta aproximación no se limita a imitar formas o procesos naturales, sino que establece relaciones de beneficio mutuo donde tanto los sistemas construidos como los naturales prosperan juntos. La infraestructura simbiótica propone un nuevo modelo para la vida urbana, donde la interacción con el agua es más directa. Las formas del terreno, la vegetación y los edificios trabajan juntos para recolectar, conducir y tratar el agua. 

Veamos una vivienda con este concepto:

 






La Biotectura: Construir con Vida

La Biotectura, también conocida como bioarquitectura o arquitectura sostenible, es un enfoque holístico de diseño y construcción que busca integrar el entorno construido con la naturaleza, priorizando la sostenibilidad y la autosuficiencia. Se basa en la utilización de materiales naturales y reciclados, sistemas biológicos y principios de diseño regenerativo para crear edificaciones que minimicen el impacto ambiental y promuevan el bienestar humano y ecológico. 

En esencia, la Biotectura se diferencia de la arquitectura tradicional al considerar la interconexión entre el entorno construido y el mundo natural. En lugar de simplemente construir estructuras que satisfagan las necesidades humanas, busca crear espacios que respeten y contribuyan al equilibrio del ecosistema circundante 

Materiales vivos: el caso del micelio

Dentro del campo emergente de los materiales biológicos vivos, el micelio se ha posicionado como una de las soluciones más prometedoras para la construcción del futuro. Este entramado de filamentos subterráneos, que constituye la parte vegetativa de los hongos, actúa en la naturaleza como un sistema de conexión y reciclaje de nutrientes, pero en manos de la biotecnología y la arquitectura se transforma en un material con cualidades sorprendentes.

Dependiendo de la cepa del micelio y del sustrato utilizado, el producto final puede moldearse para producir paneles aislantes, muebles, accesorios, tejidos, materiales de embalaje e incluso ladrillos, con buenas características térmicas, acústicas e incluso buen comportamiento al fuego

 
Su potencial radica en que es ecológico, completamente biodegradable y renovable, lo que lo convierte en una alternativa real a materiales de construcción tradicionales como el ladrillo cocido o los paneles sintéticos. A diferencia de estos, el micelio no requiere altas temperaturas ni procesos industriales contaminantes para su producción. Por el contrario, su cultivo se desarrolla a temperatura ambiente, utilizando recursos que de otro modo serían considerados desechos.

El proceso comienza con la preparación de un sustrato nutritivo a partir de residuos agrícolas como paja, aserrín, bagazo o cáscaras de arroz. Este sustrato se inocula con esporas de hongos seleccionados por sus propiedades estructurales. En un entorno controlado de humedad, temperatura y ventilación, el micelio comienza a colonizar la materia orgánica, tejiendo una red compacta y resistente.
 
Con la asesoría estructural de ARUP, se desarrollaron ladrillos de micelio, que crecieron en menos de una semana en moldes prismáticos a partir de residuos de tallos de maíz picados.


Durante la fase de crecimiento, el material puede moldearse en piezas específicas: ladrillos, bloques, paneles aislantes o elementos arquitectónicos de formas complejas. Una vez alcanzada la densidad deseada, el proceso se detiene mediante la aplicación de calor, que inactiva el hongo y estabiliza la pieza para su uso estructural o decorativo.

Las propiedades resultantes son notables: resistencia mecánica comparable al hormigón ligero, gran capacidad de aislamiento térmico y acústico, resistencia natural al fuego y al moho, y la posibilidad de biodegradarse completamente al final de su vida útil. Además, como el micelio puede cultivarse en moldes con geometrías personalizadas, abre la puerta a diseños arquitectónicos que serían difíciles o imposibles de lograr con materiales convencionales.
 
Carlo Ratti Associati, en colaboración con la empresa energética Eni, desarrolló una estructura arquitectónica de hongos, revelada en la Semana del Diseño de Milán. El "Jardín Circular" es una estructura compuesta por una serie de arcos que se suman a un micelio de 1 km de longitud. Las esporas se inyectaron en el material orgánico para iniciar el proceso de crecimiento

La instalación “Hy-Fi” del MoMA PS1 en Nueva York, construida con ladrillos de micelio

En la práctica, ya existen casos pioneros que han demostrado su viabilidad. La instalación “Hy-Fi” del MoMA PS1 en Nueva York, construida íntegramente con ladrillos de micelio, evidenció que es posible levantar estructuras temporales de gran escala con este material. También hay experiencias en viviendas y mobiliario, donde los paneles de micelio se han utilizado como aislantes, revestimientos y elementos de diseño interior.

El micelio no solo ofrece ventajas técnicas y ambientales, sino que plantea una nueva relación con la arquitectura: la posibilidad de que los materiales crezcan, se adapten y evolucionen en función de las necesidades humanas y de las condiciones ambientales. Esto abre un horizonte donde la construcción deja de ser un acto de ensamblar piezas muertas para convertirse en un proceso vivo y regenerativo.

 
Imagina un mundo en el que los edificios no sean simples estructuras de cemento y acero, sino organismos vivos que crecen, se adaptan y hasta se curan a sí mismos. Algo que hace unos años parecía ciencia ficción comienza a tomar forma gracias a los materiales biológicos vivos, una revolución silenciosa que no solo promete transformar la industria de la construcción, sino también nuestra relación con el espacio que habitamos.

El micelio, esa red subterránea de fibras que conecta el mundo de los hongos, es uno de los grandes protagonistas de este cambio. Actúa como un “internet natural” del bosque y, cuando se cultiva de forma controlada, puede convertirse en un material sólido, resistente al agua, al moho y al fuego, con propiedades aislantes y completamente biodegradable. Se produce a partir de desechos agrícolas, que sirven de alimento para el hongo, y puede moldearse mientras crece, dando lugar a ladrillos, paneles y bloques sin necesidad de procesos industriales intensivos.

El resultado no es solo ecológico: es rápido y eficiente. Donde un ladrillo tradicional puede tardar meses en estar listo, uno de micelio se cultiva en menos de una semana. Este tipo de material ya ha salido de los laboratorios y ha dado forma a construcciones experimentales como la instalación “Hy-Fi” en el MoMA PS1 de Nueva York, o a casas pequeñas que aprovechan su capacidad aislante y su bajo impacto ambiental.

 
Tras nueve años de investigación y desarrollo, un equipo de la Universidad Técnica de Delft (TU Delft) presentó los avances de un prototipo de concreto que se repara a sí mismo (Self-healing Concrete), gracias a la adición de bacterias en su formulación, las que podrían "picar" ingredientes presentes en la mezcla para reparar progresivamente pequeñas grietas y agujeros.

Pero la naturaleza no se queda ahí. En otro frente, el bioconcreto introduce bacterias capaces de sellar grietas sin intervención humana. Cuando la humedad penetra en el material, estos microorganismos despiertan y producen carbonato de calcio, cerrando fisuras de forma natural. Es un mecanismo que prolonga la vida útil de infraestructuras y reduce drásticamente los costos de mantenimiento, y que ya está siendo probado en puentes, túneles y edificios de gran escala.

La investigación actual incluso explora materiales híbridos, combinando micelio y bacterias en una misma estructura. El micelio aporta la base física, mientras las bacterias aseguran la autoreparación. De esta unión podrían surgir materiales capaces de adaptarse a distintos estímulos ambientales, con una longevidad muy superior a la de cualquier componente tradicional.
 
Tras la primera hoja artificial capaz de generar oxigeno, hoy conocemos «Urban Algas Canopy» de EcologicStudio, una pieza de arquitectura bio-digital que combina micro-algas y los protocolos de cultivo digitales en tiempo real. Montado en la Expo de Milán 2015, la estructura es capaz de controlar el flujo de energía, agua y dióxido de carbono basándose en patrones climáticos, los movimientos de los visitantes, y otras variables ambientales.

El catálogo de innovaciones crece: bioplásticos de algas que producen oxígeno, paneles fotosintéticos que purifican el aire, bacterias luminiscentes que iluminan espacios sin cables, raíces vivas que se convierten en cimientos y musgos que aíslan paredes mientras regulan la humedad. Todo apunta a un futuro donde los edificios no sean meros contenedores, sino ecosistemas colaborativos.

Las ventajas son evidentes: huella de carbono negativa, aprovechamiento de residuos, bajo consumo energético en su producción, autoreparación y multifuncionalidad. Sin embargo, el camino también enfrenta desafíos. Controlar el crecimiento para evitar deterioros, establecer normas de calidad para materiales que cambian con el tiempo, actualizar los códigos de construcción y lograr la aceptación pública son pasos imprescindibles para que esta revolución se consolide.

Más allá de la técnica, lo que está en juego es una nueva forma de entender la arquitectura. Los materiales vivos no son simples recursos; son socios en el proceso de habitar. Aportan una estética distinta, marcada por la imperfección y la variabilidad natural, y nos invitan a aceptar que lo construido también puede tener ciclos de vida, responder al entorno e, incluso, evolucionar.

Estamos en los albores de una era en la que los edificios podrán crecer con nosotros, repararse solos y adaptarse a nuestras necesidades sin destruir el planeta en el intento. El futuro de la construcción no se mide en resistencia bruta, sino en inteligencia y en la capacidad de integrarse con los ritmos de la naturaleza. Y ese futuro, más que venir, ya empezó.

Conclusión: Hacia una Arquitectura Verdaderamente Viva

Los materiales biológicos vivos representan más que una innovación técnica: constituyen un cambio paradigmático hacia una relación simbiótica con nuestro entorno construido. Su baja huella de carbono, bajo costo energético y de procesamiento, biodegradabilidad, y atractivo rango de propiedades, los han hecho muy demandados como materiales alternativos para uso en la construcción.

El micelio, como pionero de esta revolución, ha demostrado que es posible crear materiales de construcción que no solo son funcionales y sostenibles, sino que establecen una nueva relación entre lo vivo y lo construido. El bioconcreto autorreparable promete infraestructuras que se mantienen solas, mientras que los sistemas híbridos abren posibilidades aún más extraordinarias.

 

Sin oxígeno y en estado latente estos microorganismos pueden permanecer vivos por cientos de años. Ellos son el principio del bio-concreto.

Estamos en los albores de una era donde los edificios no serán simplemente contenedores habitacionales, sino ecosistemas colaborativos que viven, crecen, se adaptan y evolucionan junto con nosotros. Esta transformación requiere no solo avances técnicos, sino una evolución cultural hacia la aceptación y celebración de la vida como fundamento de nuestro entorno construido.

El futuro de la construcción no está en materiales más duros o más inertes, sino en materiales más vivos, más inteligentes y más integrados con los ciclos naturales de la vida. Los materiales biológicos vivos no son el futuro de la construcción: son el presente que estamos construyendo hoy.

 

Esta investigación forma parte del archivo de conocimiento del Blog Paradigma Urbano sobre el futuro de la construcción sustentable y la arquitectura viva.

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